Abinader necesita ser un timacle para salir del atascadero haitiano

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Abinader necesita ser un timacle para salir del atascadero haitiano

En medio de una de las coyunturas más difíciles que haya enfrentado, la República Dominicana parece necesitar más que un presidente, un timacle.

Sacado del Diccionario del español dominicano, timacle es la persona que destaca por tener una cualidad en máximo grado.

El colapso institucional de Haití, la violencia de pandillas y la incapacidad de su élite política para consolidar un proyecto de nación han arrastrado al país vecino a un abismo en el que la comunidad internacional observa, pero no actúa con la urgencia que se demanda.

El Consejo de Seguridad de la ONU ha sido escenario reciente de este desinterés. Estados Unidos, que había liderado el respaldo financiero a la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad en Haití, ha advertido que no puede seguir sosteniéndola económicamente.

Mientras las potencias se culpan mutuamente, la República Dominicana enfrenta sola las consecuencias más inmediatas: el incremento de la migración haitiana.

A lo interno, el Gobierno ha visto proliferar manifestaciones antihaitianas. En abril de 2025, el país fue escenario de protestas que exigieron medidas más estrictas contra la migración.

El 24 de abril, una marcha en Santo Domingo culminó frente al Palacio Nacional, donde los participantes portaron pancartas con consignas como “No más parturientas haitianas” y “Fuera la ONU”.

Previamente, el 30 de marzo, otra protesta en el sector Hoyo de Friusa, provincia La Altagracia, derivó en enfrentamientos con la policía cuando los manifestantes intentaron ingresar a barrios habitados por haitianos.

La respuesta

Mucho antes del auge nacionalista, el presidente Abinader había mantenido estrategias duras contra la migración, que se reforzaron tras la decisión de un sector privado de Haití de construir un canal de riego en el río Masacre.

Pero ante el nuevo panorama, en el que las ansias nacionalistas superan las acciones existentes del Gobierno, se ha decidido apretar aún más la tuerca, pese a que el año pasado se había establecido la deportación de 10 mil haitianos semanales.

Ahí es donde el timacle político deberá hacerse visible: equilibrar las presiones internas, preservar la imagen internacional del país y no subestimar el impacto económico de la mano de obra haitiana.

El pasado jueves, Abinader ejecutó un despliegue simbólico: su visita a la frontera coincidió con la marcha convocada por sectores nacionalistas. A esto se suman operativos en comunidades como Friusa, Mata Mosquitos y hospitales públicos.

Riesgos

Estas acciones, sin embargo, plantean riesgos. Las redadas masivas, la destrucción de viviendas y la deportación indiscriminada de mujeres embarazadas y menores de edad han sido objeto de críticas por parte de organismos internacionales de derechos humanos.

Todo mientras las redes de trata de personas entre Haití y República Dominicana continúan actuando con relativa impunidad.

El problema no es actual

La realidad, sin embargo, es mucho más compleja. La migración haitiana no es un fenómeno sencillo de “detener”. Dos de los sectores más pujantes de la economía, construcción y agricultura, dependen de la mano de obra de los haitianos. Antes era la caña de azúcar. 

Para salir airoso el Gobierno requiere una estrategia que combine seguridad fronteriza con cooperación internacional efectiva, protección de derechos humanos y una política migratoria que no sacrifique la dignidad de las personas en aras de la conveniencia política. Y al mismo tiempo observar cómo reducir el impacto económico de estas medidas en la economía.

Fuente: Diario Libre

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